La alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca es una técnica artesanal, cuyo conocimiento se ha transmitido de generación en generación por las mujeres, portadoras de estos saberes conocidos desde la infancia. No es lejano avizorar la imagen de niñas, en algún espacio del hogar, observando las manos laboriosas de sus mayores, madres, abuelas, tías, aplicando la técnica alfarera, generando, implícitamente, una conexión de maestra/aprendiz. Gracias a este gesto, que ha transitado por el tiempo, las artesanas de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, conocen las 16 etapas que componen el proceso de elaboración de una figura, ya que para lograrlo, deben poseer conocimientos vinculados a su entorno y recursos naturales, puesto que las materias primas son extraídas de diferentes zonas de la localidad, es por eso que cuentan con una Denominación de Origen.

A su vez, destaca que esta alfarería es elaborada a través de un proceso manual, no en serie, por esta razón ninguna pieza es igual a otra. Las alfareras fabrican su loza durante todo el año, aunque en algunos casos, el clima regula el ciclo de creación, ya que durante los meses de invierno, debido al frío que caracteriza a la zona, el proceso de fabricación es más lento. De hecho, es parte del aprendizaje heredado, las diferentes temperaturas a que deben ser expuestas las piezas durante las etapas de fabricación junto a la sabia preparación de las materias primas.

Cada figura y cada elemento que está presente en las piezas elaboradas por las artesanas, es la representación de una herencia familiar y obedece a una forma de entender el entorno en el que surge la alfarería y que se ha mantenido por décadas. Es por ello, que una pieza de Quinchamalí, es el resultado de una técnica compartida por la experiencia considerando sus tiempos, saberes e identidad, todo lo que es parte del Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile.

La alfarería de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca es una técnica artesanal, cuyo conocimiento se ha transmitido de generación en generación por las mujeres, portadoras de estos saberes conocidos desde la infancia. No es lejano avizorar la imagen de niñas, en algún espacio del hogar, observando las manos laboriosas de sus mayores, madres, abuelas, tías, aplicando la técnica alfarera, generando, implícitamente, una conexión de maestra/aprendiz. Gracias a este gesto, que ha transitado por el tiempo, las artesanas de Quinchamalí y Santa Cruz de Cuca, conocen las 16 etapas que componen el proceso de elaboración de una figura, ya que para lograrlo, deben poseer conocimientos vinculados a su entorno y recursos naturales, puesto que las materias primas son extraídas de diferentes zonas de la localidad, es por eso que cuentan con una Denominación de Origen.

A su vez, destaca que esta alfarería es elaborada a través de un proceso manual, no en serie, por esta razón ninguna pieza es igual a otra. Las alfareras fabrican su loza durante todo el año, aunque en algunos casos, el clima regula el ciclo de creación, ya que durante los meses de invierno, debido al frío que caracteriza a la zona, el proceso de fabricación es más lento. De hecho, es parte del aprendizaje heredado, las diferentes temperaturas a que deben ser expuestas las piezas durante las etapas de fabricación junto a la sabia preparación de las materias primas.

Cada figura y cada elemento que está presente en las piezas elaboradas por las artesanas, es la representación de una herencia familiar y obedece a una forma de entender el entorno en el que surge la alfarería y que se ha mantenido por décadas. Es por ello, que una pieza de Quinchamalí, es el resultado de una técnica compartida por la experiencia considerando sus tiempos, saberes e identidad, todo lo que es parte del Patrimonio Cultural Inmaterial en Chile.