Emblemáticas alfareras dejaron sus saberes en sus hijas.
La despedida es parte de la vida y durante este año Quinchamalí debió decir adiós a dos de sus más destacadas alfareras: Riola Castro Sandoval y Zulema Vielma Sepúlveda, quienes desarrollaron una extensa labor en esta técnica tradicional dándole permanencia gracias a su dedicación, creatividad y trabajo paciente. Riola Castro Sandoval ha sido una de las figuras más reconocidas como representante de la alfarería y la convicción de luchar por su permanencia, dedicando más de 60 años de su vida a la greda. Resalta su trabajo en piezas ornamentales que representan la vida cotidiana del campo, como los jinetes. Siendo ella misma testimonio de esta transmisión de saberes, aprendió con la reconocida Praxedes Caro y luego siguió enseñando a su hija, Teorinda, y a una incontable cantidad de alfareras. “Fue guardiana de estos saberes, dedicando su vida entera a la fabricación de la greda negra, prueba de ellos son las más de 30 piezas que el Museo MAPA tiene en su antigua colección del año 1956”, señala el sitio Sigpa, que hace referencia a su labor, realizada de forma silenciosa en su pequeño taller donde desplegaba todo un diálogo entre sus manos y la greda. A su vez, en Zulema Vielma Sepúlveda se replica el amor por la greda y el gesto generoso de compartir los conocimientos adquiridos durante años de labor, pues dejó toda su sabiduría en su hija, Mónica Vielma. Fue una representativa alfarera del sector de Santa Cruz de Cuca, que nació el 14 de julio de 1942. A los 20 años tomó la decisión de dedicarse a la alfarería como el oficio de su vida, abocándose a la realización de piezas utilitarias, destacando los pocillos y pailas.